Una Palabra vale más que mil miradas

Mi cuerpo yace sin vida sobre un trozo de mármol que, sin llevar mi nombre, lleva mi vida, ¿algo inexplicable?, no, algo normal, lo que suele ocurrir cuando alguien muere, dolor, arrepentimiento, culpabilidad… en mi caso dolor, dolor de saber que había perdido mi vida, mi amor, lo único que había tenido, si es que en realidad lo tuve, por lo menos eso es lo que creía.

Rabia, es lo único que sentí cuando la persona con la que más tiempo había estado me estaba diciendo que me dejaba, que todo se acababa, años, días, horas, minutos, cara a cara luchando día a día por sobrevivir, en el sentido más literal de la palabra no habían servido para nada, al menos, para mí. Me sentí engañada.

Es increíble como la gente te usa y te tira, te cuenta sus penas, se siente bien y cuando tu quieres contar algo, ya no escuchan, hablar por hablar ¿realmente escuchamos? Hacemos un gesto de afirmación con la cabeza y, mientras buscamos esa esperada pausa para contar lo que a ti te parece más divertido que la anterior conversación, así una y otra vez, uno habla, el otro hace que escucha, suelta una risa falsa, y viceversa.

Con esto digo que todos somos iguales, pero, a mi el resto me da igual, lo que me importa son mis sentimientos, haber estado allí cuando la persona que quieres está enferma y realmente te necesita, aguantar, consolar, entretener, para que cuando milagrosamente se recupera te diga “no quiero estar más contigo” . Entonces piensas, ¿quiere decir esto que solo me quería cuando tenía una enfermedad Terminal y pensabas que tu vida iba a acabar en poco tiempo y entonces para el poco tiempo que te quedaba mejor me utilizabas? Al fin y al cabo no me ibas a tener que soportar mucho, y con unas miradas de falsa ternura ya sabías que me ibas a tener allí.

La verdad que los primeros días solo sientes pena, tristeza, por lo que has perdido pero nadie se imagina de lo que es capaz de hacer una mujer engañada y harta del maldito sentimiento que no conseguía arrancar de mi corazón. No te amaba como antes pero, inevitablemente te seguía amando.

Solo necesitaba tres cosas para una dulce venganza: amor, odio, y amargura. Por separado estos sentimientos serian inofensivos, pero juntos son como un veneno que acaba contigo… pero también con quien te haya provocado esos sentimiento.

No sabía cuales eran tus planes pero sabía que quería acabar con ellos. Tan solo un momento de locura bastaba para desatarlo todo, y alguien quiso que cuando tan solo había pasado una semana te viese con otra persona. La ira brotó.

Solo quedaba pensar como acabar con tus sueños, con tus planes, en los que yo ya no estaba. Estas palabras suenan a maldad pero en realidad es impotencia y vergüenza, porque te habías estado riendo de mi mientras yo solo pensaba en que te salvaras y en que te doliese lo menos posible, algo bastante complicado.

Cuando te llamé por la mañana no pensé que aceptases quedar conmigo y mientras el teléfono daba llamada yo estaba arrepintiéndome, solo me lo creí cuando te vi acercándote, mientras el sol se reflejaba en el poco pelo que te quedaba después de la quimio yo metí mi mano en la mochila que llevaba en mis hombros y saque una pistola que acababa de comprar. Sé que tuviste tiempo de apartarte o de correr, no se porque no lo hiciste en esos segundos que parecía horas mientras yo sostenía la pistola, que parecía que pesaba una tonelada, y mis recuerdos… no se puede decir que fuesen buenos dada la situación pero eran recuerdos y al estar contigo no eran del todo malos. El disparo sonó y mientras estos últimos días pasaban por mi mente, hasta que todo termino cuando la bala impactó sobre tu cuerpo aún débil, tu mirada no cambió, eso fue lo que más me dolió.

Después de dar un largo paseo volví a casa, mientras abría la puerta el teléfono sonaba, ya sabía para que era, cuando lo cogí una voz temblorosa me relato lo que yo ya había vivido en primera persona.

En tu entierro, tras los rigurosos saludos y pésames de gente que te conocía pero que jamás te había ido ha visitar al hospital mientras estuviste enfermo, me senté atrás, aunque no lo creas, si que lloré, pero no por ti. Sino por mí, con los suspiros de la gente como melodía de fondo, imaginaba mi futuro entre rejas y la repudiación a la que iba a ser sometida.

Entiendo que no llores por como he acabado, y es que no me siento mal por esto, sé que lo que he hecho está mal, pero no puedo cambiar mis sentimientos.

Cuando todos los actos que se suelen hacer en estos casos acabaron me senté en tu lápida y acabé con la horrible persona en la que me había convertido. Era lo único que podía hacer después de todo, en fin, tampoco acabé con tanto, dos personas menos que sufrir y a las que tener que sufrir al fin y al cabo, la vida es efímera ¿no? Que más da un poco antes que un poco después, según como lo mires te he ayudado, menos sufrimiento que vas a tener que pasar, esto es un verdadero alivio.

Y no, no me arrepiento.

es muy bonito. ¿como lo haces para escribir tan bien?!!

tus relatos estan d.p.m, aunque ya los he leído y te he dado mi opinion sigo pensando que está muy bien y aver cuanto te animas en hacer una novela de 800 paginas que podemos formar parte de una nueva generacion de escritores , un saludo